CÓMO NO, GUILLERMO.
CÓMO NO, GUILLERMO
Me ha llamado mi amigo Guillermo. Dice que le pasa algo muy raro, que tiene una hemorragia cerebral.
-Claro le dije- y me llamas para decirme que tienes los sesos fritos, sangrantes, despachurrados, ¿no?
Tras ese primer intercambio de frases a borbotones, como su hemorragia, pude entender un poco lo que le ocurría: no era capaz de detener su mente. Le salían por las orejas cuentos, personajes. Estaba agobiado. Más tarde, decidió que lo que sufría era un brote maníaco.
-Me he quedado despierto toda la noche porque necesitaba narrar muchas cosas... se me narraban solas -decía.
-Chico, tranquilízate, eso es bueno, ¿no?
No, decía que no era bueno, que su ordenador mental estaba a tope, que era necesario añadirle más gigas... eso, que no controlaba su instinto creativo, que se le había desbocado el pensamiento... y yo, que acababa de leer El hombre que confundió a su mujer con un sombrero, le dije:
-Oye, eso me suena a síndrome de Tourette.
-¡Vete a la mierda! -me contestó, es la primera vez que Guillermo me contesta así, no es su estilo.
-Cálmate - le repetí, sin importarme caer en la redundancia.
Pensé que lo mejor era ir a visitarlo.
Cuando me abrió la puerta, traía un folio en las manos:
-¿Te leo un cuento? -me dijo sin más.
Sí, realmente está hecho unos zorros.
Hemos hablado largo y tendido... es decir, ha hablado y yo he escuchado.
Le di un masaje en los pies, sé que le gusta. Se relajó mucho. Entonces, para variar, lloró y yo, que nunca llevo pañuelo, tuve que recoger sus lágrimas con el torso de mis manos... ¡siempre me llora Guillermo!
-Yo te entiendo, Willy. Has estado en dique seco, atrofiado, descuajeringado.
Mi amigo Guillermo asentía con la cabeza, los ojos muy abiertos, hinchados por el llanto, como dos tomates con pupila. Yo continuaba, ahora en monólogo:
-Y no te pregunto por qué, tú sabrás, ¡eres tan hermético!
Se encogió de hombros. Claro, entiendo: si uno es hermético, sólo a través de las lágrimas puede comunicarse, y los amigos, ¡a hacer cábalas! A despejar ecuaciones de segundo grado donde x o y son las penas de Guillermo.
-Guillermo, yo no soy Pitágoras, mi niño.
-Ya lo sé admitió triste. Entonces, decidí ser Pitágoras, Tales de Mileto, o incluso Freud, sólo para él:
-Mira, mi amigo Ahora, se ha abierto una compuerta y tiene que drenar. Tus fantasmas, tus molinos, tus realidades, tus mierdas buscan un objeto donde materializarse...¿sabes qué es la obsesión? Pues simplemente una defensa de la ansiedad, así, como te lo digo. Lo tuyo funciona de la misma manera: quieres echar a cabalgar todo a lomos de corceles, magos, estrellas, neuróticos, sibemoles, vencejos y estatuas, ¡extraña tu simbología! Es como la alergia. Una reacción desmesurada... mi querido Guillermo, esta noche, me quedo a dormir contigo. Esta noche eres un niño. Imagina que soy tu perrito de goma dura y fría que te acompañaba a las doce, a la una, a las dos, a las todas, hasta que llegaban los odiosos mirlos, con la amanecida... los odias, ¿verdad? Al fin y al cabo, son pájaros negros, como los cuervos. No te sientas mal por odiarlos.
Guillermo me ha dicho: Por favor, ¿te importaría abrazarme? Yo le he contestado: cómo no, Guillermo.
Me ha llamado mi amigo Guillermo. Dice que le pasa algo muy raro, que tiene una hemorragia cerebral.
-Claro le dije- y me llamas para decirme que tienes los sesos fritos, sangrantes, despachurrados, ¿no?
Tras ese primer intercambio de frases a borbotones, como su hemorragia, pude entender un poco lo que le ocurría: no era capaz de detener su mente. Le salían por las orejas cuentos, personajes. Estaba agobiado. Más tarde, decidió que lo que sufría era un brote maníaco.
-Me he quedado despierto toda la noche porque necesitaba narrar muchas cosas... se me narraban solas -decía.
-Chico, tranquilízate, eso es bueno, ¿no?
No, decía que no era bueno, que su ordenador mental estaba a tope, que era necesario añadirle más gigas... eso, que no controlaba su instinto creativo, que se le había desbocado el pensamiento... y yo, que acababa de leer El hombre que confundió a su mujer con un sombrero, le dije:
-Oye, eso me suena a síndrome de Tourette.
-¡Vete a la mierda! -me contestó, es la primera vez que Guillermo me contesta así, no es su estilo.
-Cálmate - le repetí, sin importarme caer en la redundancia.
Pensé que lo mejor era ir a visitarlo.
Cuando me abrió la puerta, traía un folio en las manos:
-¿Te leo un cuento? -me dijo sin más.
Sí, realmente está hecho unos zorros.
Hemos hablado largo y tendido... es decir, ha hablado y yo he escuchado.
Le di un masaje en los pies, sé que le gusta. Se relajó mucho. Entonces, para variar, lloró y yo, que nunca llevo pañuelo, tuve que recoger sus lágrimas con el torso de mis manos... ¡siempre me llora Guillermo!
-Yo te entiendo, Willy. Has estado en dique seco, atrofiado, descuajeringado.
Mi amigo Guillermo asentía con la cabeza, los ojos muy abiertos, hinchados por el llanto, como dos tomates con pupila. Yo continuaba, ahora en monólogo:
-Y no te pregunto por qué, tú sabrás, ¡eres tan hermético!
Se encogió de hombros. Claro, entiendo: si uno es hermético, sólo a través de las lágrimas puede comunicarse, y los amigos, ¡a hacer cábalas! A despejar ecuaciones de segundo grado donde x o y son las penas de Guillermo.
-Guillermo, yo no soy Pitágoras, mi niño.
-Ya lo sé admitió triste. Entonces, decidí ser Pitágoras, Tales de Mileto, o incluso Freud, sólo para él:
-Mira, mi amigo Ahora, se ha abierto una compuerta y tiene que drenar. Tus fantasmas, tus molinos, tus realidades, tus mierdas buscan un objeto donde materializarse...¿sabes qué es la obsesión? Pues simplemente una defensa de la ansiedad, así, como te lo digo. Lo tuyo funciona de la misma manera: quieres echar a cabalgar todo a lomos de corceles, magos, estrellas, neuróticos, sibemoles, vencejos y estatuas, ¡extraña tu simbología! Es como la alergia. Una reacción desmesurada... mi querido Guillermo, esta noche, me quedo a dormir contigo. Esta noche eres un niño. Imagina que soy tu perrito de goma dura y fría que te acompañaba a las doce, a la una, a las dos, a las todas, hasta que llegaban los odiosos mirlos, con la amanecida... los odias, ¿verdad? Al fin y al cabo, son pájaros negros, como los cuervos. No te sientas mal por odiarlos.
Guillermo me ha dicho: Por favor, ¿te importaría abrazarme? Yo le he contestado: cómo no, Guillermo.
13 comentarios
icela -
Merche -
Besos
Tequila -
Me alegra que os gustara.
Nofret, esa diarrea es buena, sí. Es catártico eso de hablar con nuestro propio yo.
Besos a ambas.
Hasta pronto:
Lola.
white -
NOFRET -
tequila -
Jeje, vale.
Un beso.
Cerro -
tequila -
Tú eres especialistas en dulzuras, ¿sabess?
Unj abrazo:
Lola.
Goreño -
Tequila -
Gracias, Perro.
Perro Callejero -
Já, en broma.
tequila -
Me alegra que te gustase mi encuentro con mi alter ego.
Anónimo -
"tuve que recoger sus lágrimas con el torso de mis manos": una perla.
Saludos.